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domingo, 12 de diciembre de 2010

El teatro anarquista y un autor anarquista, Rodolfo González Pacheco

“¿Queréis hacer imposible que nadie oprima a su semejante? Entonces aseguraos de que nadie posea el poder”
G. P. Paximoff
Por Roberto Perinelli
A continuación Intentaré demostrar la condición de dramaturgo anarquista de RGP, perceptible a mi entender en el análisis de tres de sus obras: “Las víboras”, “Hijos del pueblo” y “Cuando aquí había reyes” (responderé luego sobre el criterio de selección).  En estas piezas,  y también en las restantes que forman su patrimonio (excluyo deliberadamente las que escribió con Pico), RGP acepta las premisas planteadas en la normativa del teatro anarquista ya mencionada, entre las cuales debemos mencionar a:
- El carácter binario del conflicto, que exige  la presencia de lo malo y de lo bueno explícitamente enfrentados.
- La necesidad (el deber, habría que decir) de “bajar línea”, de modo que el texto ofrece largas zonas narrativas y descriptivas, una retórica  que detiene la acción y no ofrece aliento al desarrollo del conflicto. “Es muy claro que, para González Pacheco, el escenario tuvo, desde el primer momento, un sentido semejante a la tribuna” (Alfredo de la Guardia, 1963, 81).
- Personajes de una sola pieza, sin contradicciones que lleven a plantear alguna ambigüedad en la conducta de los mismos. El punto de vista, la simpatía del autor pasa por los sujetos esclarecidos, capaces de hacerse cargo de la retórica que se mencionó más arriba.
- La condición de “órdenes” que le da a las didascalias; el autor nunca pierde el rumbo, sujeta conflicto y personajes para que digan y hagan lo que tienen que decir y hacer.
Pero, como se dijo, la carrera de  RGP se desarrolla en el campo comercial y su adscripción inmediata a lo que se entiende como “teatro culto” o “teatro de ideas” (Bayer le otorga la condición de ibseniano vernáculo, condición que le puede caber sobre todo porque como anota Alfredo de la Guardia, su biógrafo, era ilimitada la admiración que RGP sentía por el dramaturgo noruego),  lo hace presa de un modelo del que tampoco reniega, el que Florencio Sánchez había  impuesto unos años antes de ese 1916 en que tiene lugar su debut teatral. Es por eso que en sus piezas aparecen principios constructivos que caracterizan a la obra de Sánchez: el del realismo finisecular, con hincapié en lo melodramático y costumbrista.  Aunque es posible atreverse a plantear diferencias con la textualidad de  Sánchez a nivel semántico. Como se dijo, RGP no deja lugar a equívocos, es claro su pregón a favor de la Idea ácrata;  más allá de valores estéticos, la instala con decisión en esos escenarios despolitizados. Sánchez, en cambio y según opinión de David Viñas, tiene una postura “hipócrita” porque su discurso no es el del rebelde luchador contra toda forma de autoridad sino el del liberalismo oficial. Cabe un reparo: es cierto que a nivel semántico Sánchez diluye su militancia, pero achacarle la calidad de vocero del discurso del poder suena excesivo y posiblemente injusto.
La elección de las  tres piezas a analizar – “Las víboras”, “Hijos del pueblo” y “Cuando aquí había reyes” - respondió al siguiente criterio:
- “Las víboras” fue elegida solo por su condición de primer estreno, el debut de RGP en el teatro de Buenos Aires.
- “Hijos del pueblo” (1921), la cuarta en su producción,  por haber sido la primera obra de tema urbano que estrenó el autor. RGP abandona su estilo inicial, la gauchesca (retornará a ella solo un año después, con “El sembrador”), y hace jugar a los personajes  en el ámbito ciudadano donde la militancia anarquista adquirió prosperidad y relevancia.
- “Cuando aquí había reyes” (1947),  por su carácter de  testamento artístico, canto del cisne del dramaturgo que no consiguió  terminar “El cura”. Por otra parte “Cuando aquí había reyes” es la única pieza de su repertorio que no fue estrenada por alguna compañía comercial; lo hizo en Buenos Aires, en 1947 y en idisch,  un grupo de teatro independiente, la Asociación Israelita pro Arte. Un año después, en Montevideo, la reestrenó la oficial Compañía Nacional de Comedias[7].
Las compañías de Enrique Muiño y Elías Alippi o de Enrique Muiño sin Alippi fueron el vehículo habitual de las obras de RGP:  le estrenaron cinco, entre ellas la inicial,  “Las víboras”.  Pero también le prestaron atención Pablo Podestá, Blanca Podestá y Roberto Casaux.
“Las víboras” es una obra de un acto que el mismo autor le dio categoría de “boceto dramático” y que fue estrenada el 16 de abril de 1916  en el Teatro Nuevo.
Cabe anotar, como necesaria aclaración, que fue Alberto Ghiraldo quien incorporó el registro gauchesco al teatro anarquista de barricada. Como no podía ser de otro modo en un medio siempre sujeto a crítica, la novedad encontró partidarios y detractores. Estos últimos gozaban del beneficio de una opinión muy extendida entre los anarquistas y entre la población en general, que ubicaban al gaucho en el difundido rol de pendenciero, vago y mal entretenido. Guiraldo insiste en su proyecto de recuperación  “que se hacía desde dos perspectivas: por un lado se producía la exaltación de su nobleza de espíritu [...] por otro, se generaba la reivindicación de la rebeldía popular inherente al gaucho, en un esfuerzo por incorporar al hombre nativo argentino a las luchas populares y darle una tradición contestataria” (Juan Suriano, 2001, 84 y 85).
EXTRAIDO DE
www.teatrodelpueblo.org.ar/.../giustachini001.htm

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