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viernes, 12 de noviembre de 2010

EL REBELDE

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El presente texto forma parte del libro Carne Doliente (Cap. Del pueblo), de Alberto Ghiraldo, publicado por la Revista Los Pensadores, Colección Las Grandes Obras. Publicación del Pensamiento Universal / Año II Nº 34 / Boedo 841 (Buenos Aires), Febrero 10 de 1923. Director y Administrador Francisco Munner
Mirá hermano, es inútil que te aflijás y te sacrifiqués. ¡Todos son piores! En la primera reunión, es cierto, como si lo viera, ni uno dice que no y votan por la huelga como tabla. El que menos es capaz de hacer volar la usina eléctrica, hundir el depósito de aguas corrientes o quemar los cables del tranways, antes de volver a empuñar las herramientas. Pero después… ¡Ay hermano! No me digás. Lo conozco como a mis manos. No sirven ni pa insultarlos. Resulta que una vez metidos en el berenjenal, sólo unos cuantos aguantan. Éste porque lo habló el patrón y le prometió no sé qué, hacerlo capataz quizá; aquél porque lo amenazaron con expulsarlo del país si seguía a los compañeros; el de más allá porque ¡qué sé yo! Porque no está conforme, dice, con la comisión nombrada para dirigir el movimiento; en fin que ahí no más tenés vos casi dos docenas de mandrias que entran al taller el primer día en que se declara el paro. Y no hay remedio: con esos cuantos el patrón se hace el fuerte y al poco tiempo, ¡zas! Ya está de nuevo casi todo el personal antiguo trabajando. ¡Y en qué condiciones!… sólo quedan afuera, para aporriarse de lo lindo, los verdaderos valientes o los sonsos como vos, que ya no podés lamberte de puro pobre… Sí, hermano, convéncete: ¡todos son una punta de flojos, cobardes, traidores y sinvergüenzas! Y qué querés, che. A mí me parece que hacen bien en castigarlos. Dejá, nomás, que les sacudan hasta que revienten. ¡Y qué diablos! Vos hacete el chiquito y en cuantito podás mostrá el diente grande y pegá el bocado, que bien lo merecés…
- Estás macaniando, hermano, y de lo lindo. Pero seguí, no más, que para todo tengo lista la contestación. Primero decime, ¿cuántos motormanes y guardas de la empresa en huelga han tomado trabajo?
- No embromés, che. Ponete, si querés, en el mejor de los casos y haré de cuenta que todo el personal se ha mantenido firme. ¿No sabés vos que casi todos los que se quedan sin chapa en la empresa del tranway se han pasado al ferrocarril?
- Se fueron de rompehuelgas…
- ¡Pucha, digo, con los hombres sin conciencia y sin nada!
- Pará el carro, che. Ahora ya no estás macaneando, sino mintiendo: y eso es más grave.
- Te lo puedo probar si querés. Con ellos han reemplazado a los guardas del Rosario. Y -¡la cabeza te jugaría!- si hoy se declaran en huelga los mayorales del tranway los primeros en ofrecerse para reemplazarlos serían los guardas de la confederación ferrocarrilera.
- ¡Qué me vas a decir, hermano! Esto no tiene vuelta de hoja. ¿Y vos creés todavía si es posible hacer algo serio? No embromés, te digo; lo único que conseguiremos al fin es que los patrones, los dueños y las empresas se sigan riendo de nosotros, aprovechándose de nuestra necesidad y de nuestra ignorancia.
- Dejame hablar un momentito y voy a explicarte el caso. Vos creés que la huelga es un fin, cuando sólo es un medio, un arma.
- Vaya un arma linda que siempre se vuelve para el lado de quien la empuña.
- ¿Querés que yo te diga cómo hay que hacer para que la huelga sea verdaderamente un arma?
- Te lo dejo hablar a vos, estás en vena, no hay vueltas. Me callo, pues.
- Bueno, escuchame entonces. Imaginémosnos, por ejemplo, el movimiento del otro día, el de los empleados de ferrocarriles. Si el primer día de declarada la huelga se hubieran reunido los más guapos, los más hombres, los más convencidos y hubieran resuelto por sí y ante sí: primero, hacer la exposición de lo deseado; después esperar y esperar muy poco, se entiende. Ahora bien; imaginémosnos que llega la negativa de la empresa. ¿Cómo se contesta? Haciendo saltar un puente, dos puentes, diez puentes. Segundo: después del hecho. Nueva exposición de lo que se desea. Nueva negativa. ¿Cómo se contesta? Con la muerte del gerente, del primer emperrao que se cruce en la vía…
- ¡Ajajá! Y ya estamos en plena revolución, ¿verdad?
- ¿Y por qué no? ¿Quién puede adivinar lo que produzca una chispa?
- ¡Ah, criollo ignorante y bárbaro!
- ¿Bárbaro? Puede. Pero para mí que los bárbaros, los ignorantes son ellos, los que solo hacen las cosas a medias…

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